Leonardo Sbaraglia: “No sólo hay que salvar al cine argentino, hay que salvar a la Argentina”

El prestigioso actor se sumó a la manifestación en favor de la producción audiovisual de nuestro país ante el brutal ajuste del gobierno de Javier Milei.

En el inicio de una jornada del Festival de San Sebastián que tuvo como eje central un acto de apoyo al cine argentino, Leonardo Sbaraglia –protagonista de “El hombre que amaba los platos voladores”, de Diego Lerman, película en la competencia oficial– se hacía eco de las palabras que pocos días antes había dicho Adolfo Aristarain cuando la Academia del Cine de España le otorgó su prestigiosa Medalla de Oro. “No sólo hay que salvar al cine argentino, hay que salvar a la Argentina”, dijo y luego analizó el “escenario de conflicto que inventó el gobierno donde no lo había”, además de ponerlo en contexto en el marco de los recortes a la ciencia, la educación y los jubilados.

Sus palabras, en una conferencia donde el 90% de los periodistas eran españoles o europeos, fueron recibidas con aplausos, algo inusual en ese tipo de eventos. Y eso fue solo el principio de una jornada que continuó con más discursos, fotos, conversaciones y algunos anuncios del festival ligados a la Argentina.

“La Dirección del Festival de Cine de San Sebastián quiere mostrar su solidaridad con la industria cinematográfica argentina ante la situación excepcional que vive con la paralización de muchos de sus proyectos, el vaciado de contenido del INCAA, y con las medidas que este gobierno está tomando que ponen en peligro el desarrollo, no solo de su cinematografía, sino también de otras manifestaciones de su cultura”, manifestó un visiblemente conmovido José Luis Rebordinos, director del festival, delante de más de un centenar de miembros de la industria del cine argentino y también iberoamericana que acompañaron la manifestación en las escalinatas del Kursaal, su sala principal.

Solidaridad

“El festival quiere dejar claro que este apoyo no significa ninguna intromisión en la política argentina –continuó–. Durante años hemos colaborado con un INCAA que ha tenido diferentes colores políticos. Con todos ellos, y con sus características propias que a la ciudadanía argentina corresponde definir, la industria argentina ha conseguido desarrollarse con normalidad y ser una de las más importantes de América Latina. Pero hoy, el festival no puede permanecer al margen del desmantelamiento de una cinematografía nacional por parte de un gobierno que, además, justifica a una dictadura militar que asesinó a miles de ciudadanos.”

El cine argentino se hizo oír en San Sebastián.

A las palabras de Rebordinos le siguió un texto leído por las actrices/directoras Maricel Alvarez, Lola Arias y María Alche en el que dejaron en claro que, de continuar las políticas actuales del instituto de cine, seguramente desaparecerá el cine nacional y no solo de estos eventos.

“En la edición actual, Argentina está representada por 26 películas y proyectos –leyeron–. Esta significativa presencia es el fruto de políticas cinematográficas que a través del INCAA fomentaron nuestra industria audiovisual reconocida a nivel mundial. Sin embargo, actualmente nos enfrentamos a una parálisis absoluta que ha herido de muerte al cine argentino. En la próxima edición no habrá 26 películas. Probablemente haya 5, 2, ninguna. Imaginemos lo que eso significa en los cines de la Argentina, sin películas nacionales que proyectar, en las que nuestro público pueda verse. Al igual que la ciencia, la universidad pública y los jubilados, el cine es una moneda de cambio más en una guerra cultural que a nadie beneficia”.

La concentración –que coincidió con el pase, en un mismo día, de “El hombre que amaba a los platos voladores”, los documentales “Traslados”, de Nicolás Gil Lavedra y “Reas”, de Lola Arias, además de la película de terror “El llanto”, coproducción con España, además de presentaciones de work in progress– fue seguida de una breve recepción en la que los directores de los festivales de San Sebastián y Málaga anunciaron una muestra de cine español a llevarse a cabo en Buenos Aires del 27 de noviembre al 1 de diciembre.

Pero lo que se respiraba en el ambiente era una evidente tensión por un futuro que se presenta negrísimo para un cine argentino que, como bien expresaba Sbaraglia en la conferencia de prensa, “es una industria exitosa, que da trabajo a muchas familias y trae divisas al país”.

Presencia del cine argentino

La presencia del cine argentino es central aquí en San Sebastián, un festival que le da siempre un gran lugar al cine latinoamericano, pero también en otros eventos del calendario anual, como Berlín, Cannes o Venecia, donde todos los años las películas argentinas son una constante en todas sus secciones. Especialmente desde el 2000 –fecha que el actual presidente del INCAA, Carlos Pirovano, consideró en una reciente entrevista como el año “en el que el cine argentino entró en decadencia”–, el cine nacional multiplicó exponencialmente su presencia en festivales internacionales, además de conseguir cuatro nominaciones al Oscar y un premio de esa Academia.

A lo largo de este siglo, además, se consagraron cineastas respetados y admirados en todo el mundo como Lucrecia Martel, Pablo Trapero, Lisandro Alonso, Damián Szifron, Ana Katz, Adrián Caetano, entre muchísimos otros, en lo que viene siendo una fuente inagotable de talentos que causa entre asombro y admiración en todas partes, presencia que hubiera sido imposible sin el apoyo del INCAA, con sus distintas direcciones, desde que existe la Ley de Cine, de 1994.

El reclamo fue masivo y encontró un gran eco internacional.

Casualidad o no, en el mismo día del evento en defensa del cine nacional en el País Vasco, Pirovano se presentó en Buenos Aires ante un plenario de comisiones de la Cámara de Diputados y, en una evidente declaración de intenciones, dijo que “la cultura argentina existió incluso sin ninguna política pública y va a seguir existiendo aún sin ninguna política pública”, lo cual parece asegurar que de acá en adelante solo podrán ver la luz grandes producciones financiadas por plataformas de streaming o las pocas películas que pasen la “censura económica” de un INCAA que ya anunció que solo apoyará films que “lleven más de 10 mil espectadores a las salas”, como si eso fuera un cálculo posible de hacer.

Lo que queda claro es que cualquier idea del cine como manifestación cultural y no únicamente económica queda completamente por fuera de la lógica de la actual dirección del instituto.

“La cultura, la salud y la educación son derechos fundamentales del pueblo argentino –culmina el comunicado de la comitiva argentina en San Sebastián–. La cultura es la usina de símbolos de un pueblo. Y es tarea del Estado proporcionar las condiciones necesarias para la creación y la producción de bienes culturales. Por eso estamos alzando nuestra voz en defensa de nuestra identidad y nuestros derechos. La lucha por el cine argentino es una lucha por nuestro futuro.”

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